La secreción prostática es fluida, de aspecto lechoso y rica en enzimas proteolíticas. Entre éstas se cuentan la fibrinolisina y una serina proteasa, más conocida como antígeno prostático específico (PSA). Estas enzimas ayudan a licuar el semen y las secreciones de las vías genitales tanto masculinas como femeninas, facilitando la movilidad de los espermatozoides.
Antes y después de la emisión del semen parte de la secreción se almacena en la luz de sus numerosas glándulas, esta secreción tiene estructuras esféricas denominadas cuerpos o corpúsculos amiláceos, que son condensaciones de glicoproteínas. Estas condensaciones pueden llegar a calcificarse con el transcurso del tiempo, pudiendo provocar la obstrucción de los conductos excretores de la glándula. En este estado se conocen como concreciones prostáticas.
La medición del antígeno prostático se utiliza como índice de una alteración neoplásica del epitelio glandular, las que principalmente se desarrollan a partir de las glándulas principales, ya que en tales condiciones aumenta notoriamente su concentración, pasando en consecuencia a la sangre. Otra secreción que puede demostrar una alteración patológica cuando aumenta es la fosfatasa ácida, también liberada por los adenómeros de la próstata y con un efecto parecido al de las enzimas proteolíticas.
De la secreción prostática se aislaron también inicialmente las prostaglandinas, de allí su nombre, pero su concentración aquí es muy baja, siendo más abundantes en la secreción de las vesículas seminales. Finalmente, la secreción prostática contiene Zn y ácido cítrico, a pesar de que el pH prostático es ligeramente alcalino, lo que permite activar el movimiento de los espermios.
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