Semillas de Esperanza y Fe por: José MartellCategory: ReligionSubmitted: 2011-04-01 13:54:16
Me crié en un hogar donde mis padres creían en Dios pero nunca hablé de ello. No recuerdo haber visto nunca una Biblia en nuestra casa o ver a mi madre o padre rezando. Hasta yo tenía siete años de edad no tenía idea de quién era Dios o lo que nuestro deber era él. En ese momento Santa Claus tuvo un mayor impacto en la vida de Dios, yo no sabía. La única religión que podía ver eran dos ídolos de madera en forma de María Magdalena y otro santo poco conocido que mi madre guardaba en la nevera. Éramos muy pobres e incluso a esa tierna edad me preguntaba por qué nunca me ayudaron. Empecé a pensar que tal vez no había Dios. Pero eso estaba a punto de cambiar cuando comencé segundo grado en la Escuela Primaria Hammonton Pública en el otoño de 1953.
Mi maestra de segundo grado fue nombrada la Sra. Agustín y ella parecía estar en su difunto años cincuenta con el pelo negro oscuro que se pone gris a los ojos frontales y oscuro. Tenía una cara muy fina que parecía estar siempre sonriente como ella se presentó a la clase. Comenzó la clase por tener digamos una oración de cinco minutos para la ciudad y con los demás. Ya que nunca había rezado o visto otros oran, mantuve mis ojos abiertos para ver qué era lo que teníamos que hacer. Ella me llamó y me preguntó por qué no estaba orando, le dije que no sabía cómo orar. Me habló muy amablemente y dijo que era muy fácil, basta con hablar a Dios como cualquier otra persona y decirle lo que usted quiere que suceda. Volví a mi asiento y cruzó las manos como había visto que hacen los demás y dijo una oración. Esta cosa oración volvió a pasar la tarde y esta vez estaba preparado.
Al día siguiente cuando la clase comenzó dijimos la oración de cinco minutos y luego se llevó a cabo una Biblia y comenzó a leer en el libro de Génesis. Ella leyó durante quince minutos y luego continuó con la clase. Al día siguiente ocurrió lo mismo, aunque ahora, por alguna extraña razón que no veía la hora de empezar a rezar para que ella nos leía de la Biblia. Me encantaron las historias de la Biblia, pero la Biblia parecía mística para mí, porque nadie más tenía una Biblia, excepto la señora Augustine. Esto podría haber sido porque todos en Hammonton era católica, lo mismo que mi familia. No sabía si la señora Augustine era católico, pero si lo era, ella era la única que tiene una Biblia a su lado.
Esto no era una escuela religiosa era una escuela pública y de las leyes de hoy iba a ser despedida de su trabajo o llevado a juicio por haber hecho lo que hizo. Después de varios meses de oración y lectura de la Biblia tuvo a memorizar un salmo cada mes. Me aprendí de memoria el Salmo uno y el Salmo veintitrés junto con el Salmo 138, más la oración del Señor. Este iba a ser su último año de la enseñanza y al final del año se le dio una fiesta por el personal y los estudiantes, después de esto yo nunca volver a verla. Pero en un año que había aprendido a amar la oración y la lectura de la Biblia, así como los libros de historia que se nos leyó en alguna ocasión. Yo no sabía que ella había plantado las semillas de mi destino en aquel año.
Con el paso del tiempo, me olvidé por completo de la Biblia y rezando. Nos trasladamos a la ciudad de Nueva York donde se convirtió en un conductor de camión, se casó y tuvo un hijo. También empecé a leer más y pasar el rato con la gente equivocada, que no creía en Dios. Poco me imaginaba a mí mismo un intelectual y empecé a hablar como ellos, negando a Dios y predicando la revolución. Desde su Moví mi familia a Puerto Rico hasta que me aburrí y me fui a mi familia por las montañas de Colombia donde pasaría los próximos cinco años preguntando por ahí tratando de encontrar un sentido a la vida. Esta fue una época de mi generación cuando todo estaba siendo interrogado, pero poca gente tenía ninguna respuesta. Me volví a casar y volvió a Florida para comenzar una nueva vida como agricultor, pero las preguntas siguen.
En 1988, mientras estaba acostada de espaldas en una habitación de hospital en Miami Florida espera de los resultados de mi prueba para la migraña masiva, escuché las primeras palabras del salmo veintitrés, que no había oído desde el segundo grado. Venían de mi mente y me recordaban con claridad. Dije que el 23, el 1 y el 138, además de la oración del Señor una y otra vez hasta el amanecer. Las semillas que la señora Augustine había plantado hace treinta y cinco años todavía estaban vivos en mi espíritu y que me lleva una gran paz. En los próximos meses me gustaría empezar a estudiar la Biblia de nuevo y rezando como nunca había rezado antes. Esto me volvería a ver a través de uno de los peores momentos de mi vida. Incluso cuando terminó yo estaba muy agradecido por la misericordia de Dios que he hecho un hábito de leer la Biblia en la mañana y en la noche antes de irme a la cama.
En mi propia vida pude ver la importancia de la lectura de la Biblia a un niño tan pronto como sea posible para que él o ella tiene la semilla de la esperanza y la fe de las pruebas y tribulaciones que vienen su manera. Lo que se habla en el corazón nunca muere sobre todo si es la palabra de Dios. Cuando era niño la palabra había encontrado un terreno fértil en mí, las semillas permanecer inactivos esperando su tiempo para florecer. Si esto hubiera sucedido nunca que no sé cómo podría haber manejado lo que estaba por venir. Sin esta mujer de Dios, nunca hubiera oído o entendido que era Dios y que él estaba allí para ayudar en tiempos de problemas. Durante treinta y cinco años de vida dura que había renunciado a Dios, pero él nunca había renunciado a mí. Cuando necesitaba esperanza y la fe que las semillas estaban allí, plantado en mi infancia por una mujer que amaba a Dios y había plantado su palabra de cientos de niños.
Lo que se siembra a una edad temprana nunca se olvida si es bueno o malo. Si un niño se le enseña a orar a una edad muy joven sería un hábito que será difícil de olvidar. Si se le enseña las Escrituras cuando él es joven y tiene tiempo, puede ser que sea lo que le salva la vida cuando es más viejo y lleno de problemas. Los niños de hoy ven y oyen tantas cosas desagradables, incluso cuando aún estaba en el vientre de su madre, que es una maravilla que no se rebelan a la edad de dos. Lo que fue sembrado en mí en los siete años de hoy a la edad de sesenta y cinco años se ha comprado una cosecha de confianza en Dios, el amor por las Escrituras y escribir sobre ellos.
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